lunes, 4 de febrero de 2008

las piedras

Las piedras

No hay que equivocarse,
todas las piedras grandes de la montaña
son rinocerontes disecados.

¿Quién no se ha acercado alguna vez
a una piedra y le ha dicho:
“hola animalillo, ven, ven,
pequeño animal”?

Pero las piedras nunca hacen caso de nada,
porque son antiguas
y tienen musgo
y eso les molesta terriblemente,
por eso no hacen caso de las palabras
ni de los ancianos que tratan de arrancarles
los líquenes para sobrevivir,
es una cuestión de orgullo.

¿Sabes tú qué hora es?

¿Sabes tú qué hora es?

Probablemente dos melocotones y medio

Sean suficientes para naufragar.

Ven conmigo y

Bebe el zumo cálido que desprenden

Al anochecer,

Cuando los pájaros se dilatan

Y la luna gime,

Amarilla por los acantilados.


¿Sabes tú que hora es?


-a continuación trabajaré sobre esa cuestión-

La peor tristeza

La peor tristeza
Es la que sale de comer caracoles congelados
A la intemperie.

En la época glaciar
Pasee por los cráteres lunares
Y contemplé a los caracoles
Meditando profundamente.
Eran animales pétreos al principio,
Y de tanta tristeza
Se volvieron acuosos.

“Poco a poco sus cuerpos se volverán
Ríos ácidos de llantos” pensé,
Me acerqué a uno,
Y apenas pude desprenderme de un par de miradas
Antes de que se convirtiera en ese líquido viscoso
Que me empapó los pies

La peor tristeza del mundo
Es la que sale de comer caracoles helados
Por los cañaverales.

Había un mendigo
En el portal que precedía al último cráter,
Miraba a todas partes y sonreía,
Mucha barba, mucha arena
Y mil luciérnagas agazapadas entre su denso cabello,
Entonces me dijo:

“Coge de la mano a esos animalillos
Y guárdatelos en el pecho,
La herida infinita, la tristeza
Los humores negros del universo,
Te mantendrán con vida
Esta noche.”

sábado, 2 de febrero de 2008

disección del universo

Disección del universo
Lo primero es recoger una muestra del universo
una muestra representativa del cosmos,
bien jugosa
y situarla debajo del telescopio,
después...
después se mira bien atentamente,
probablemente encontraremos protuberancias que no esperábamos
y el polvo sideral se nos antojará monstruoso.
Cortaremos bien profundo con la aguja del reloj,
cada instante una hendidura,
y saldrá entonces toda la sangre representativa del universo,
cargada de polen y de lactosa,
y la muestra tomará la forma de un corazón de rana
abierto por la mitad.

Ahora
es el momento de mancharse los dedos.
Recogeremos cada bolita de casi imperceptible polen,
lo pondremos en nuestras patas
y recorreremos las galaxias fecundando estrellas.
Este es el paso más importante,
porque si dejamos caer el polen sin sentido
ningún astro recibirá la carga tan esperada,
hay que posarse en los asteroides y en las estrellas más afiladas
y hundir nuestro pecho en sus espinas para polinizar bien.

Dentro de diez mil años una grieta azul en el espacio parirá un nuevo cometa que saldrá despedido azotando con su cola nuestros cráneos despedazados por el tiempo.