lunes, 22 de septiembre de 2008

Discusión con una cosa negra o gris que tiene que ver con la cotidianeidad (poema representable)

- debes hacer lo que te apetezca.
- me apetece ir allí.
- me temo que estás equivocada,
allí no existe.
No te conviene pensar en cosas que tienen alas o cola y pueden flotar en alguna parte que no es el mar ni tampoco el cielo, no te conviene.
- pero, entre tanto, ¿quién decide? -tú
- me apetece caer desnuda y viva en el vientre de la planta carnívora del cuartopiso, y ser devorada por ella con todos sus dientes, y todas sus lanzas, ya sabes, conoces ese dolor agudo que sólo puede provenir de una parte y que por ello es un dolor puro y sin condiciones.
- la condición principal es que te arropes con la colcha roja y con las cortinas y que tu equilibrio supere a la pulcritud de algunos raíles cuando son observados desde arriba.
Esa es tu misión de permanencia.
- ¿permanencia?
Yo quiero la muerte en lo alto de la colina,
con la punta clavada en la garganta por donde sale mi última palabra
entre estertores atragantados de muselina y gasas estupefactas.
Mi última palabra
eres tú:
COLIBRÍ. La belleza ha de ser el motivo único de la muerte,
como una ballena que gime,
que tiene el esqueleto atrofiado de crustáceos
y dice adiós, y gime.
Como un agujero de respirar con sensaciones suaves dormidas en los bordes,

como el cráneo simbolista que creía ser una manzana
y se muerde compulsivamente el occipital
para comprobar el sabor de la carne.

martes, 2 de septiembre de 2008

A veces creo que me llamo Franz Marc

Esto es una bolsa de plástico
para guardar piedras,
y yo estoy enamorada de una piedra
en el pasado,
cuando aún no estaba disecada
y por lo tanto podía flotar.

Cuando uno no va a volver a ser el mismo
debe cambiar las cortinas de su dormitorio
o colgar una serie de hilos en la esquina más obtusa.
Entre estas dos hojas
hay una adelfa desparramando
catedrales góticas en medio de la bruma
y yo ni si quiera me había dado cuenta.

Cuando uno no va a volver
a ser el mismo nunca más
debe ponerlo todo verde y rojo,
para contrarrestar la emoción
de ser un objeto pequeño y sin estrenar.

No se si alguna vez podré encontrar
aquella piedra del pasado
para meterla en la bolsa y poder mirarla
de vez en cuando.
Tal vez le hayan salido líquenes,
eso estaría bien,
pero probablemente estará agrietada
y tendrá algunos peces atrapados
muriéndose de sed
y mordiéndose las escamas a pequeños bocaditos

¿era una roca de mar?
No sé,
lo he olvidado ya,
ayer creí que me llamaba Franz Marc
y ahora ya no se si tengo que hablar sobre un caballo azul o sobre un perro tumbado al sol.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Aviso: Esto de manejar los ordenadores no es lo mío, pero creo que he conseguido que cualquier persona pueda dejar comentarios incluso de forma anónima, ya no hace falta tener un blog para poder publicar comentarios.