- debes hacer lo que te apetezca.
- me apetece ir allí.
- me temo que estás equivocada,
allí no existe.
No te conviene pensar en cosas que tienen alas o cola y pueden flotar en alguna parte que no es el mar ni tampoco el cielo, no te conviene.
- pero, entre tanto, ¿quién decide? -tú
- me apetece caer desnuda y viva en el vientre de la planta carnívora del cuartopiso, y ser devorada por ella con todos sus dientes, y todas sus lanzas, ya sabes, conoces ese dolor agudo que sólo puede provenir de una parte y que por ello es un dolor puro y sin condiciones.
- la condición principal es que te arropes con la colcha roja y con las cortinas y que tu equilibrio supere a la pulcritud de algunos raíles cuando son observados desde arriba.
Esa es tu misión de permanencia.
- ¿permanencia?
Yo quiero la muerte en lo alto de la colina,
con la punta clavada en la garganta por donde sale mi última palabra
entre estertores atragantados de muselina y gasas estupefactas.
Mi última palabra
eres tú:
COLIBRÍ. La belleza ha de ser el motivo único de la muerte,
como una ballena que gime,
que tiene el esqueleto atrofiado de crustáceos
y dice adiós, y gime.
Como un agujero de respirar con sensaciones suaves dormidas en los bordes,
como el cráneo simbolista que creía ser una manzana
y se muerde compulsivamente el occipital
para comprobar el sabor de la carne.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Discusión con una cosa negra o gris que tiene que ver con la cotidianeidad (poema representable)
martes, 2 de septiembre de 2008
A veces creo que me llamo Franz Marc
Esto es una bolsa de plástico
para guardar piedras,
y yo estoy enamorada de una piedra
en el pasado,
cuando aún no estaba disecada
y por lo tanto podía flotar.
debe cambiar las cortinas de su dormitorio
o colgar una serie de hilos en la esquina más obtusa.
Entre estas dos hojas
hay una adelfa desparramando
catedrales góticas en medio de la bruma
y yo ni si quiera me había dado cuenta.
a ser el mismo nunca más
debe ponerlo todo verde y rojo,
para contrarrestar la emoción
de ser un objeto pequeño y sin estrenar.
aquella piedra del pasado
para meterla en la bolsa y poder mirarla
de vez en cuando.
Tal vez le hayan salido líquenes,
eso estaría bien,
pero probablemente estará agrietada
y tendrá algunos peces atrapados
muriéndose de sed
y mordiéndose las escamas a pequeños bocaditos
No sé,
lo he olvidado ya,
ayer creí que me llamaba Franz Marc
y ahora ya no se si tengo que hablar sobre un caballo azul o sobre un perro tumbado al sol.