viernes, 31 de octubre de 2008

Algunos problemas relacionados con osos que pueden surgir cuando tratas de encontrar tu yo interior

Lo primero que necesito es encontrar mi yo interior
a través de algunas constelaciones burocráticas
de la política de asuntos internos,
y probablemente voy a encontrar
a un señor disfrazado de oso
que dice llamarse Bebedor de nucas
y que disimula mal su consternación por los tigres de mi piel.

Siempre es difícil charlar con un señor disfrazado de oso,
si no lo has intentado no lo puedes saber,
puedes cogerlo entre tus brazos
y contarle un periódico despacito,
pero sólo la información económica
que es la que le interesa,
aún así puede ponerse agresivo,
puede arañar, aullar, acusar falsamente de delitos no cometidos…
sobre todo si tratas de sacarle información útil
como corcho a botella de cava o vino del sur país nórdico.

A veces pueden desaparecer,
mamá lo sabe,

me lo contó el día de mi nacimiento,
“hijita, cuídate de los que parecen pequeños y tiernos
y tienen un hombre tiritangular en sus adentros”

Cuanta razón tienen las películas
en las que la estantería principal esconde un pasadizo secreto,
todas las cosas están dentro de otras cosas,

así que cuando el oso trate de encontrar su yo interior
va a descubrir a un hombre tiritangular vomitando estupideces por los acantilados.

domingo, 12 de octubre de 2008

Ceremonia en el jardín botánico

Parece que todos vamos a recibir
el bautismo de los crisantemos gigantes
y hay abejorros incluso en esta época del año.

Los más pequeños recurren a una extenuación gestual,
hay que subirse al borde de la fuente y dar una vuelta completa,
pararse un momento para contemplar el movimiento
de árbol-alga del entorno,
creerse estatua y
tocar la superficie líquida con el dedo índice,
sólo la piel
porque es imposible atravesar el agua.

Llegado el momento
sobrevendrán los edificios
y los ladrillos lacerarán los animales
que tenemos pegados al contorno
como capas hondas y calientes,
entonces,
todo esto sin contar con los tres gatos,
hasta luego,
un puñado de mirlos
paseantes impávidos,
quería ese,
el de la simulación de musgo
en la tela impermeable,
y por supuesto sin prestar atención a los millones de insectos
que se desnudan de caparazones y alas
para conservar el momento en las carnes,
dejaremos que sea la tierra
la que se desplace hacia nosotros
con vocación de última piel.

domingo, 5 de octubre de 2008

No eres mejor que el polvo de harina solar
cuando hablas con tu aplastante lógica de caballo que muerde
y reafirmas tus pisadas en la nieve colosal de fin de siglo.
La maquinaria de los engranajes y cables obturados
por el futuro infinito, el más acá rebobinado,
plastilina de niños muertos en las aceras,
la comprensión.
No eres mejor que una mitad de un cuerpo –algo más-
enterrado en tierra húmeda,
crujiente de huesitos,
que se vierte en sus propios huecos
alentada por el bullir de las briznas.
La matemática sangrante desfunda
su alarido mortal de cebra crucificada,
cantan 4.571 gallos
y se adormece una yema de un dedo índice
en el punto más lejano desde mi perspectiva situacional.

Lo más importante es ese adormecimiento.

Vomito mi conciencia
como una pequeña masa gaseosa
saturada de dentaduras gigantes.
Podríamos saber la edad del mundo
contando todos los dientes,
pero es demasiado tarde.
Sólo soy.