martes, 2 de septiembre de 2008

A veces creo que me llamo Franz Marc

Esto es una bolsa de plástico
para guardar piedras,
y yo estoy enamorada de una piedra
en el pasado,
cuando aún no estaba disecada
y por lo tanto podía flotar.

Cuando uno no va a volver a ser el mismo
debe cambiar las cortinas de su dormitorio
o colgar una serie de hilos en la esquina más obtusa.
Entre estas dos hojas
hay una adelfa desparramando
catedrales góticas en medio de la bruma
y yo ni si quiera me había dado cuenta.

Cuando uno no va a volver
a ser el mismo nunca más
debe ponerlo todo verde y rojo,
para contrarrestar la emoción
de ser un objeto pequeño y sin estrenar.

No se si alguna vez podré encontrar
aquella piedra del pasado
para meterla en la bolsa y poder mirarla
de vez en cuando.
Tal vez le hayan salido líquenes,
eso estaría bien,
pero probablemente estará agrietada
y tendrá algunos peces atrapados
muriéndose de sed
y mordiéndose las escamas a pequeños bocaditos

¿era una roca de mar?
No sé,
lo he olvidado ya,
ayer creí que me llamaba Franz Marc
y ahora ya no se si tengo que hablar sobre un caballo azul o sobre un perro tumbado al sol.

3 comentarios:

JOSE IVAN SUAREZ dijo...

... y sigues y sigues en tu surrealismo de lo absurdo y lo tocable .... y sigues dándonos imágenes que en sí mismas son un poema... el pasado es una buena fuente, pero del futuro mana aún más agua...

Ángela dijo...

Qué ganas tengo del día en que nuestros torrentes poéticos se encuentren para crear algo nuevo!
Creo que utilizo la poesía para destruir el pasado, que me molesta terriblemente, como las moscas que se acumulan en el líquido amarillo del ojo del caballo.
Y el futuro me lo construyo yo solita a base de contenidos absurdos, que son los más divertidos!

Ardo dijo...

bravo!